En septiembre pasado compartí con vosotros una receta de mermelada de tomate. Recordaba la que probé por primera vez en casa de una compañera de bachillerato. Su madre preparaba también una excelente mermelada de pimiento. En aquella época era una estupenda merienda con pan y mantequilla y Cola-cao. Hoy en día se ha puesto de moda para tostas con foie o con queso, en entradas o pinchos.
En esta ocasión he usado tomates de pera y la he aromatizado con gengibre fresco y con clavo molido. He usado sólo azúcar blanco. El resultado, una mermelada deliciosa, riquísima, por ejemplo con crema de queso.
1 kg y medio de tomates de pera
60 grms de gengibre fresco pelado y rallado
1 cucharadita de clavo
750 grms de azúcar blanco
Empezamos lavando los tomates y haciéndoles una cruz con el cuchillo en la parte de arriba.
Llenamos una cazuela de agua. Cuando esté hirviendo escaldamos los tomates por tandas durante 1 minuto. Los vamos reservando en un escurridor.
Los dejamos templar y los pelamos.
Los vamos picando en un bol, eliminando la parte dura.
Añadimos el azúcar, el gengibre rallado y el clavo.
Lo mezclamos todo bien.
Echamos todo en una cazuela grande, o en el caldero de hacer mermelada. Nos hace falta un recipiente grande para evitar salpicaduras o que rebose.
Lo llevamos a ebullición.
Lo dejamos hervir durante 40 minutos. El tiempo dependerá de la cantidad de agua que tengan los tomates. Ya os he explicado en otras recetas de mermelada cómo hacer la prueba para comprobar si la mermelada ya está. Se trata de meter un platito en el congelador cuando la mermelada empieza a hervir. Cuando pensemos que ya se ha hecho, ponemos una cucharadita en el platito y volvemos a meterlo en el congelador durante 1 minuto. Lo sacamos, empujamos la mermelada con el dedo y si se arruga, ya está. Cuidado con pasarnos con el tiempo de cocción porque si no la mermelada nos quedará demasiado espesa.
Así estaba la mía a los 40 minutos
Apagamos el fuego y la dejamos reposar un par de minutos. Mientras la mermelada se hace, estirilizamos los tarros de cristal y sus tapas hirviéndolos en agua durante quince minutos.
Los sacamos con cuidado y los colocamos en la encimera, sobre un paño de cocina seco.
Una vez hecha la mermelada, llenamos los tarros con cuidado, utilizando si tenemos un embudo de boca ancha. Mucha, mucha precaución: la quemadura de mermelada es dolorosísima.
Los dejamos enfriar bocabajo y después ya estarán listos para guardarlos.
Con tostadas, una delicia.
Bon appétit!
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